Se va como llegó, sin hacer ruido, sin ser el centro de
atención, sin esperar nada a cambio. Porque así es él, humilde, sencillo,
responsable, comprometido con la camiseta que defiende y compañero de sus
compañeros. Él cree que nos debe algo, pero es al contrario, se lo debemos
todos los que lo hemos tenido al lado, porque ha sido un ejemplo para todos,
porque su compromiso no ha sido de palabras sino de hechos, porque siempre se
ha sentido en deuda cuando no tenía motivos, porque nuestro principal objetivo
a la hora de fichar a un jugador es su compromiso, su lealtad, más allá de sus
cifras de goles, y en eso él nos ha goleado, siempre ha metido goles con sus
actos.
Recuerdo cuando llegó al primer entrenamiento: tímido,
agradable, con ganas de comenzar un nuevo reto en su dilatada carrera, tras
haber sido (y aún es) un mito en su antiguo club, el de toda su vida.
No tardó en ganarse el afecto de todos los que le rodeaban.
Sus sacrificios para venir a entrenar determinados días, aunque fuera sólo 30
minutos por exigencias laborales, su renuncia a alguna ayuda económica para
gasolina a favor de asaderos para sus compañeros, sus cambios de turnos
laborales para poder asistir a partidos y sus consejos para los jóvenes en
beneficio del club.