El reloj marcaba las 15:24 horas del día 21 de Julio de 2012
cuando mi pareja daba a luz a una preciosidad de niña a la que llamaríamos
Mireia. Por fin éramos padres y la felicidad plena llenaba nuestros corazones
de alegría y emoción. Padres primerizos y abuelos maternos y paternos también,
es decir, la primera nieta de la familia Martín Sosa.
Después de unos primeros días difíciles en el hospital en
los que las comodidades brillaban por su ausencia, añadido a los nervios
acumulados de una parto que se extendió unas 19 horas y en el que mi pareja
tuvo que hacer uso de la famosa Epidural, y un trato personal mejorable por
parte del personal, nos volvíamos a casa para enfrentarnos al día a día de ser
padres.
Han pasado nueve
meses, y aunque la experiencia es agotadora y un cambio drástico en la vida de
una pareja, somos muy felices. Una sonrisa de nuestra hija nos da la vida y nos
enorgullece aún más de haber tenido la valentía, el tesón y la determinación de
ser padres habiendo pasado un camino de espinas, porque para comprender toda
esta historia habría que remontarse 6 años atrás.
Sollozaba, sus lágrimas le caían por la cara y tartamudeaba. Cuando se logró calmar me pudo explicar que su visita al ginecólogo no había sido de su agrado, le habían encontrado un quiste en unos de sus ovarios. Estaba atemorizada, sabía que tendría que pasar por el quirófano y no encontraba consuelo. Minutos después logré calmarla y le hice ver que no había ningún problema, todo saldría bien.
Dos meses después pasaría por quirófano para lo que en
principio era una operación sencilla, sólo había que extirpar el quiste
dermoide. Yo trabajaba ese día y llegué al hospital una vez finalizada la
intervención. Me encontré con su padre en la sala de espera y su cara no reflejaba
nada bueno. “Al final el quiste era más grande de lo esperado y han tenido que
extirpar un ovario”. Sus palabras hicieron que me recorriera un sudor frío por
la cara. Sabía que esta situación afectaría y mucho a mi pareja.
Cuando me dieron la autorización pude subir a la habitación
en la que iba a ser alojada. Llegó tumbada en la camilla, estaba destrozada.
Quise apoyarla, darle tranquilidad, mostrarme fuerte. No pude. Le hice un gesto
a su hermana y me dirigí al baño a llorar. No podía ver sufrir tanto a la
persona a la que amo.
Aprovechando que en el trabajo me habían dado vacaciones,
nos fuimos durante 5 días a desconectar a un hotel en el sur de la isla. La
verdad es que nos vino muy bien.
Pero había que volver a la realidad, y ahí comenzaron los
problemas. La cabeza le trabajaba demasiado, el miedo a que le sucediera lo
mismo en el otro ovario le atenazaba. Lloraba a cada rato. Su ilusión era ser
madre y creía que estaba en peligro de poder conseguirlo.
Unos meses después visitaríamos a su ginecóloga privada
buscando soluciones. El embarazo de manera natural no llegaba y queríamos
consultar con una profesional los pasos a seguir para alcanzar el objetivo.
Ésta nos diría que habría que esperar dos años antes de pasar por algún tipo de
tratamiento de fertilidad. Habría que ir descartando cualquier tipo de
problema.
Pasaron los dos años y nos remitieron al departamento de
reproducción humana del Hospital Materno Infantil de Las Palmas de G.C. Tras
varias pruebas a ambos, decidieron que la mejor opción era la fecundación in
vitro. Había que cumplir con una lista de espera, por lo que al año mi pareja
comenzó con el tratamiento. Era un tratamiento complejo, tenía que tomar unas
pastillas e inyectarse una medicación, todo ello para formar unos óvulos capaces
de ser fecundados con mis espermatozoides.
Una vez estuvo todo preparado, procedieron a extraer los
óvulos y fecundarlos con mis “bichitos”. A los tres días se produjo la
transferencia de los embriones, dos para ser más concretos. Ahora sólo había
que esperar que todo fuera según su cauce para ser papás.
Tras unos días de incertidumbre, mi pareja se hacía la
prueba para saber si estaba embarazada. Resultó ser afirmativa. La felicidad
nos invadió de repente. ¡ Gemelos, vamos a tener gemelos!
A las 6 semanas teníamos que asistir al hospital para la
primera ecografía. Todo estaba yendo genial, mi pareja no había manchado por lo
que yo me encontraba bastante tranquilo. La inspeccionaron, pero la mirada de
la doctora no era muy tranquilizadora.
“Vayamos a mirar en el otro ecógrafo que es más seguro”. Nos dirigimos a otra
sala y tras inspeccionarla nos llegó el mazazo: “parece ser que se ha parado en
las seis semanas, se puede decir al 99 %
que es un aborto”. Un sudor frío recorrió mi frente y caí al suelo mareado. Mi
pareja no dijo nada.
Salimos del hospital hundidos y mi pareja se derrumbó. El
trayecto hasta nuestra casa se nos hizo eterno, y en coches diferentes. Los
siguientes días fueron horribles, no nos queríamos despertar para no vivir esta
pesadilla. Pero lo hicimos, miramos adelante y decidimos que había que volver a
intentarlo.
Pasados unos meses volvíamos a repetir todo el tratamiento
en busca de la felicidad anhelada, ser padres.
Esta vez todo salió genial, con algún susto pero
genial. A las seis semanas de gestación nos comunicaban que íbamos a ser padres
de una criatura, no iban a ser dos, sólo uno, pero nos daba igual.
Yo viví gran parte del embarazo de mi pareja con la psicosis
del primero, pero gracias a dios todo salió bien y ahora disfrutamos de una
niña preciosa.
Esta historia quiere transmitir a las personas que sueñan
con ser padres y ven como una vez tras otra su sueño se desvanece. No
desfallezcan, luchen por ello, vale la pena el sufrimiento, las depresiones, el
no ver la luz.
Por supuesto mi agradecimiento al Hospital Materno Infantil
de Las Palmas de G.C. y en especial al
área de reproducción asistida, sin ellos nuestro sueño no se habría cumplido.
Y una petición a los gobernantes de nuestro país: Sé que la
crisis es importante, pero la sanidad es
básica, salva vidas y también las crea.
Felicidadesss por ahora estos otros 9 meses de poder ver, tocar, sentir y darme la posibilidad de ser Tío!! :D
ResponderEliminarMe a emocionado tu relato Mario, muchisimo, me sentido tan identificada... pero sobre todo me a enamorado tanto el amor con el que escribes de tu pareja y de tu hija... que es imposible no emocionarse.
ResponderEliminarFelicidades a los dos, por esa preciosa niña, pero sobre todo porque a pesar de vuestros problemas, habeis seguido juntos y luchando por conseguir vuestra meta.
Eres una persona genial Mario... tu chica estará muy orgullosa de ti, y tu hija seguro que el dia de mañana si la contais su historia, se sentirá muy orgullosa de los padres que tiene.
Un besazo para los tres!
Esther