“Déjame en una de las traseras del Centro Comercial, así te
evitas el embrollo del tráfico, yo iré caminando hacia el estadio”. Mi pareja
me había dejado a dos manzanas del estadio de Gran Canaria, eran las 4 de la
tarde y hacia un sol que rajaba las piedras, algo habitual en esta isla en la
que el verano dura 11 meses. Quería
impregnarme del ambiente de la afición amarilla y caminar hacia el estadio
sintiendo la ilusión en la cara de una afición acostumbrada a los sinsabores, y
a la que una buena racha de resultados les era suficiente como para acudir en
masa a ver al equipo de su tierra.
De camino me iba deteniendo para plasmar con mi teléfono
móvil las imágenes de lo que estaba sucediendo en los aledaños al templo
amarillo. Saludé a algún amigo y llegué a la altura de la puertas 23-24, zona
que daba acceso a la denominada “Grada Sur”. Desde ahí iba a ver las
evoluciones del cuadro dirigido por el mitificado Sergio Lobera. Era mi segunda
visita de la temporada para seguir las aventuras de los Thievy, Vitolo, Nauzet
Alemán y compañía. Dos semanas antes había sufrido y disfrutado con el
encuentro que les enfrentó al Castilla, y que se había saldado con el resultado
de 2-0 a favor de los canarios.
El club había tenido la gran idea de lanzar una promoción para
este encuentro, la cual consistía en que cada abonado podía llevar a algún
familiar, amigo o conocido sin coste adicional. Esto hizo que el estadio
registrara la mejor entrada de la temporada con casi 24 mil espectadores,
muchos de ellos gracias a la promoción que les comentaba, y el añadido de la
buena situación en la tabla clasificatoria del cuadro canario.
Me adentré en las gradas media hora antes del comienzo del
partido, y me situé detrás de un familiar y dos amigos, todos ellos, al igual
que yo, llevados al estadio presas de la ilusión reinante.
Lo más chocante es que ninguno de los 4 teníamos, a pesar de
ser grancanarios, como primer equipo a la UD Las Palmas. ¿Es triste? Puede ser,
pero es la realidad.
Eran las 5 de la tarde y ambos conjuntos salían al terreno
de juego. El himno del cuadro canario retumbaba por megafonía. Se me erizó el
vello. Miraba a mi alrededor y seguía entrando aficionados al estadio, veía
como poco a poco se poblaban las gradas. Las miradas de ilusión afloraban entre
ellos.
Dio comienzo el encuentro y el cuadro local parecía absorto,
fuera del partido, sobrepasado por el cuadro rival, que llegaba con más peligro
a la meta de Barbosa, el cual se empleaba a destajo para salvaguardar la
portería amarilla.
La paciencia de la mayoría de los asistentes duró hasta la
primera media hora del encuentro. Los silbidos, el murmullo y las
descalificaciones se sucedieron hasta el final de la primera parte. Miles de
“entrenadores” corregían a los jugadores amarillos e instaban al mister local a
que hiciera cambios en la alineación.
De los casi 24 mil espectadores que poblaban las gradas de
estadio de Gran Canaria, sólo el grupo UltraNaciente animaba a los pupilos de
Sergio Lobera. El resto tenía que ser
empujado por grupos minoritarios que entonaban un canto buscando la complicidad
de la grada. El acompañamiento a dichos cánticos no duraban más de 5 segundos.
Se estaba instaurando el “piperismo”. Esta corriente hace
referencia a los aficionados que van a un estadio a comer pipas u otros alimentos
y criticar al equipo, nada de animar. Para mi era extraño acudir a un complejo
deportivo de la magnitud de este estadio y ver como el 90 % del mismo no
animaba a su equipo.
El cuadro amarillo salió derrotado de este encuentro, siendo
una sorpresa mayúscula para los asistentes. “¡Qué palo!” decían algunos. Otros
ya habían abandonado las gradas a falta de 8 minutos para terminar el partido,
perdiéndose la jugada polémica del encuentro en el último segundo del mismo.
El club de Pío XII, viendo la gran asistencia de público a
este partido, ha decidido tomar la decisión de volver a lanzar la promoción de una entrada gratis
por cada abonado, para el partido de dentro de dos semanas ante el Hércules. Y
yo me pregunto: ¿De qué sirve llenar el estadio si parece que está vacío
igualmente?
La gran mayoría de la afición grancanaria siempre ha tenido
al cuadro amarillo como su segundo equipo, la sombra del Real Madrid y del
Barcelona es muy alargada. Quizás un ascenso de categoría, acompañada de una
buena gestión, permita que el aficionado grancanario se vuelque más con el club
canario. Pero estos aficionados tendrán que ser de nuevo cuño, sin
intoxicaciones anteriores de los dos transatlánticos del fútbol español, porque
como un día le leí al gran César Luis Menotti: “Fíjese si el sentimiento hacia
un club es tan fuerte, que se puede cambiar de mujer pero no de equipo”.
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