Llegó sin hacer ruido. Nadie le conocía. Nadie había oído
hablar de él. A nadie le importaba. Sólo unos meses después se ganaría el
respeto, la admiración y el cariño de toda la plantilla, cuerpo técnico y
directiva del CD Becerril. Y todo por su lucha, por no darle importancia a sus
problemas, aún siendo muy graves. No quiere reconocimientos, no quiere dar
lástima. Lo único que quiere es salir adelante, luchar por lo que en su día no
le dio valor, y dejar su testimonio para los que vienen detrás. Un testimonio desgarrador en forma de
discurso, acompañado de una carta en la que explica sus sentimientos, sus
objetivos futuros y su lucha ante esa lacra que es el Cáncer.
Persona introvertida, trabajadora y parca en palabras, llegó
al club porque quería entrenar a los porteros del equipo Regional. No pedía
dinero, en realidad no puso condiciones. Desde el principio se le vio que era
una persona metódica, exigente y muy profesional. Sólo tardó 10 minutos en
ganarse el respeto de los guardametas, que veían como con él se iba a trabajar
duro.
Pasado un tiempo dejó de asistir, había tenido un pequeño
percance con su automóvil y no podía hacer acto de presencia en los
entrenamientos. Pero regresó.
Hace un par de meses todo cambió. En medio del entrenamiento su cuerpo dijo basta. Coágulos de sangre emanaban de su boca a borbotones. Esa misma noche sería ingresado en el hospital. El entrenador del equipo no se lo pensó dos veces y le acompañó, habló con los médicos, dejó todo en orden y comunicó a la plantilla que todo estaba controlado. Seguidamente surgieron gestos positivos y de admirar de la plantilla verdiblanca. Todos se preocuparon por su estado (hay que tener en cuenta que todos menos los porteros no tenían relación con él) y quisieron ayudar en la medida de lo posible.
Pero Ángelo se encontraba solo. No tenía familia ni amigos
que se preocuparan por él, al menos en esta isla. Él nunca dijo nada.
Tras unas semanas de recuperación regresó a los
entrenamientos como si no hubiera ocurrido nada. No quería que le preguntasen
sobre lo ocurrido. Mostraba una leve sonrisa acompañada de un “estoy bien” a
cada pregunta. Sólo quería entrenar a los porteros.
Hace unas dos semanas, el entrenador del equipo me pidió que comunicara a la
plantilla que procuraran asistir todos al entrenamiento. Ángelo tenía algo que
decirles. Habló con ellos, le expuso su situación de salud, que debería faltar
durante un largo tiempo y le dejó una carta a cada uno de ellos para que
leyeran sus reflexiones.
Me cuentan que ese día y durante ese discurso, los miembros
de la familia verdiblanca quedaron en estado de shock. Ángelo les había dado
una lección.
Esa misma noche recibí llamadas de algunos jugadores
pidiendo ayuda para buscar todos los medios posibles para ayudar a una persona
que les había calado muy hondo. Ese día todos mostrarían un gran corazón, no
había excusas, había que hacer lo que fuera para que no se sintiera solo.
En el encuentro que disputó el Becerril ese viernes, los
chicos le dedicaron la victoria. Camisetas de ánimo y abrazos también
recibiría. Se le veía feliz. Físicamente daba una mala impresión fruto de la
enfermedad, pero su sonrisa, su tranquilidad y su actitud eran encomiables. Es
un luchador.
Hace unos días pude leer la carta. No expondré todo lo
escrito por respeto a su intimidad. Su mensaje es muy sencillo: Vive el presente,
disfrútalo porque no sabes lo que el día de mañana te depara. Dale importancia
a lo realmente importante. Prioriza. Quiere a tu familia.
Su frase para finalizar la carta era el siguiente: “Ser
feliz no quiere decir necesariamente estar disfrutando, sino vivir la serenidad
que me da saber que estoy en el camino correcto hacia algo placentero,
disfrutable, hacia algo que tiene sentido para mí”.
Sé que saldrá de ésta. Es un luchador, y los luchadores no
se rinden. Es optimista, y esa es una de las claves para vencer esta enfermedad.
Los chicos quieren lograr jugar la promoción de ascenso y que él pueda estar
animándolos. Sé que lo intentarán. Él se merece esto y mucho más.
Sueña con vencer a la enfermedad y volver a dar caña a los
porteros, sacar lo mejor de ellos, que se sientan orgullosos de su trabajo.
Y por último les hago una reflexión: Disfruten de la vida,
pónganse metas realizables, disfruten con lo que hacen todos los días como si
éste fuera el último, pero sobretodo quieran a sus amigos y familia, díganle a
su pareja, a su hijo o hija y a sus padres que les quieren, díganselo todos los
días porque ellos son lo verdaderamente importante en esta vida. Son los que te echarán de menos el día que no
estés aquí. A todos nos gusta sentirnos queridos, a todos nos gusta que en las
malas situaciones nos ayuden y nos quieran, pero para recoger primero hay que
sembrar.
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